Quinchao celebró los 100 años de la gran folclorista y figura fundamental de la cultura chilota Rosario Hueicha Leviñanco

Orgullo de los chilotes y figura de gran magnetismo, Rosario Hueicha, de ascendencia huilliche, originaria de la isla de Caguach y fallecida en 2000 en Achao, es un ícono del folclor isleño. Su arte, que fusiona en un estilo personal las distintas tradiciones musicales que confluyen en Chiloé, se enmarca, sin embargo, en la música popular.

Cantora y artesana, buscadora y gran comunicadora, Rosario traspasa las fronteras del archipiélago, difundiendo, a través de un repertorio aprendido de la tradición oral, la profunda riqueza de la cultura chilota, que se nutre tanto de la vertiente indígena como de la española. Una pasión que la acompañó toda la vida, al igual que la desesperada búsqueda de su hija perdida.

Por Rosario Mena

Desde Margot Loyola hasta Héctor Pavez y Violeta Parra, a quien Rosario acompañó en su recorrido por Chiloé, las más grandes figuras del folclor y la música popular chilena conocieron y admiraron a Rosario Hueicha y aprendieron de ella. Recorriendo como artesana gran parte de Chile, cantando en ferias, peñas, encuentros en la radio e, incluso en la televisión, donde el dato curioso indica que en 1976 ganó una aspiradora en un concurso en Sábados Gigantes, esta cantora de origen huilliche forjó un nombre que, si bien es poco conocido por el común de los chilenos, constituye una marca patrimonial en los anales del folclor nacional y de la cultura chilota.

Rosario Hueicha Leviñanco, la menor de 9 hermanos, nació en pequeña isla de Caguach, una de las 23 islas que conforman la comuna de Quinchao, un 10 de octubre de 1923. Desde niña se manifestó su inquietud y curiosidad por aprender y es su padre marino, Juan Bautista Hueicha, quien, durante largas navegaciones, le enseña las antiguas canciones que más tarde incorporará en su repertorio, al igual que las historias y leyendas acerca de los marinos chilotes. Asimismo, como presidenta de la cofradía Hijas de María de Caguach, participa activamente en la celebración del Jesús Nazareno, el más importante evento tradicional religioso que ocurre en la isla desde hace más de dos siglos.

Madre de una hija y cuatro varones habidos fuera del matrimonio, y mujer desapegada de las convenciones sociales, Rosario abandona prontamente su isla natal, para buscar horizontes más amplios en Achao, localidad principal de la comuna de Quinchao. “Rosario sale de Caguach empujada por la presión social”, señala Gastón Labarca, encargado del Archivo Preservación Vida y Obra de Rosario Hueicha, en la Biblioteca de Achao. “Ella siempre decía que era madre soltera y no le importaba de quién fuera el hijo, si el papá era blanco o huilliche”, explica Labarca. Luego se casa con don Jeremías Leviñanco, quien adopta a sus hijos menores y se convierte en leal compañero de la cantora.

Artesana de la lana, oficio que realiza desde el hilado, pasando por el teñido, hasta el telar, Rosario, quien también se destaca fabricando canastos, desarrolla múltiples labores que le permiten sustentar a sus hijos y, al mismo tiempo, recorrer distintos lugares difundiendo la música y la cultura chilota. Empleada doméstica, lavandera, vendedora de empanadas y alimentos típicos, aseadora municipal, alercera y agricultora y son algunos de los trabajos que desempeña.

La trilla, así como la siembra y la cosecha de la papa; la extracción de tejuelas de alerce, que son trucadas por papas, chicha, lana, trigo o barriles de vino; la cocinería, la marisca y la pesca, se combinan como formas de ganarse la vida y cultivar la tradición, en el marco de un sistema basado en el autoabastecimiento y el intercambio de bienes. “Se la veía con su palde, su canastito y el chal amarrado a la cintura para salir a mariscar”, señala el testimonio de un lugareño que la conoció. En las frecuentes navegaciones, acompañada de sus hijos, les enseña la jerga y las historias marinas que ella conoció en su niñez.
Rosario Hueicha con su agrupación.

Tejiendo el canto

Es en Achao donde se inicia su carrera artística, de la mano de su trabajo de artesana, sin embargo, la llegada no fue precisamente fácil: “La gente nos miró como oveja de otro corral. Ahí llegaron los indios brujos, decía el pueblo de Achao… No había zapatos ni eso que se llama ropa americana. Para actuar pedí ropa prestada a las monjitas”, se lee en la transcripción de una entrevista.

Junto a sus amigas Adelina Navarro, Rosario Ruiz, y doña Antonia Unquén, mujer de vasta sabiduría popular, forma y dirige, en la Población Abraham Lincoln, lugar donde fallece en julio de 2000, un Centro de Madres en el cual trabajan con lana natural y desarrollan todo el proceso de artesanía textil, desde lavar, hilar y teñir la lana, hasta el tejido. Para el teñido utilizan la cáscara de calafate, las flores de palguín, barba de palo, barro negro o “robo” y diferentes cortezas. A través de una Cooperativa, producen y comercializan sus tejidos en ferias artesanales tanto de Chiloé como en Puerto Montt, Concepción y Santiago, donde participan en las ferias de San Bernardo, Quinta Normal y en la Feria de Artesanía Tradicional del Parque Bustamante. Es en estos eventos en los que la artesana comienza a dar a conocer su canto, participando también en encuentros folclóricos.

Sus hijos Carlos y Hugo la acompañan en la guitarra, sin que ella tocara instrumento alguno. Junto a sus vecinos de la población forma posteriormente el grupo folclórico Quegnún, para luego iniciar carrera solista, acompañada por su hijo Hugo Leviñanco. Recorre todos los escenarios de Chiloè y gran parte de Chile, transformándose es una de las más importantes representantes de la música chilota. No tocaba nada se hacia acompañar. Amador Cárdenas, tiene un museo en Quellón, recibió el Premio Nacional de Folclor, nacido en Lin Lin, una pequeña isla frente a Achao.

Doble mensaje

Composiciones breves, que no han sido escritas, sino memorizadas, y que no poseen autor conocido, son características de este repertorio basado en la tradición oral y adquirido por medio de la convivencia social. Además de cantora, la cultora se constituye en informante de las tradiciones chilotas y huilliches y fuente de importantes folcloristas que recurrieron a ella en sus estudios. Gabriela Pizarro, Patricia Chavaría, Hiranio Chávez del grupo Chamal, además de Margot Loyola, Violeta Parra y Héctor Pavez, así como el investigador de Chiloé Renato Cárdenas y otros estudiosos, han utilizado su material para investigaciones y proyecciones acerca del folclor chilote.

“Canto para comunicarme con la gente- dice en una ocasión en el Encuentro de Cantores Chilotes de Ancud- He entregado todo por amor al arte. Quiero abrir una senda y tener amigos en todas partes. Recibí la herencia de mi padre y la quiero transmitir y entregar”, dice Rosario en una entrevista. Diversos temas que forman parte del patrimonio natural, tangible e intangible están presentes en estas canciones que refieren a lugares o paisajes, que hablan de amor y de tradiciones, que transmiten consejos, relatan anécdotas de humor o tristes historias, como es el caso de “Pajarillo errante”, tema que siempre dedica a su hija perdida.
Junto con transmitir y poner en valor la cultura chilota, Rosario canta para superar la adversidad y, a través de su canto, busca a su hija mayor, Blanca Ester, quien a la edad de 16 años, sale de Achao para trabajar como empleada doméstica, sin que nunca más se tenga conocimiento de su paradero. “Es el dolor más grande que ella se llevó”, dice Labarca. En la feria, en la peña o en las radios, que pronto comienza a visitar, Rosario hace un llamado de ayuda para ubicarla, sin perder nunca las esperanzas.

Legado innato

En la Biblioteca de Achao, perteneciente a la Municipalidad de Quinchao, se encuentra el Archivo Preservación Vida y Obra Rosario Hueicha. Este acerbo incluye un centenar de fotografías e igual cantidad de artículos periodísticos, cartas, diplomas y otros documentos pertenecientes a la cultora o referidos a ella. Se guardan, además, registros de audio -inlcuídos los 3 casetes que alcanzó a publicar-, grabaciones realizadas en radioemisoras, entrevistas hechas a ella y a cercanos. Además de registros audiovisuales de presentaciones en distintos escenarios, entrevistas, registros familiares, entre otros. El archivo, creado en 2001, y complementado con otras materias relacionadas con tradición oral e historia de Chiloé, se plantea como un legado en construcción, por lo que sus encargados hacen un llamado a todos quienes posean información o material sobre la cultora, a hacerlo llegar a su dirección.

“Siempre, después que alguien se muere, le rinden honores. Nosotros tuvimos la suerte de hacerle aquí un homenaje cuando aún estaba viva -dice Gastón Labarca-. Y quisimos juntar todo el material que había, de videos, grabaciones, para mantener viva su memoria. Los que la conocimos de cerca tenemos muchos recuerdos. Imagínese lo potente que es Rosario Hueicha, partiendo de donde nació. Es increíble lo que ella logró hacer a través de la sencilla práctica del canto y la artesanía en lana. Con sus tejidos recorrió las ferias más importantes del país. Y ahí también cantaba. Tenía una memoria muy profunda. Lo que cantaba eran sus vivencias. Todo lo que aprendió, lo aprendió de los papás, los abuelos, los tíos y su profesora de la escuela, Mercedes Navarro”.
Según Gastón, a diferencia de Violeta Parra, “que era más intelectual y tenia una intención definida” el arte de Rosario Hueicha “fluye naturalmente, en forma innata, sin que ella misma tenga noción de quién era, sin ella proponérselo. Violeta, en cambio, sabía lo que ella era y tenia metas clarísimas. Rosario nunca dimensionó ni calculó nada. Los que la conocemos y nos gusta el folclor sabemos lo que significa”, afirma este gestor que además es cantor y ha participado en distintas agrupaciones folclóricas locales. “Mucha gente venia a su casa, a entrevistarla, a conversar con ella, a grabarla, a firmarla. Para ella era igual que hablar con el vecino, no le daba mayor relevancia y nunca cambió. Era una persona muy linda, muy especial, a cada uno le encontraba una talla y una sonrisa”, señala en referencia a su reconocido sentido del humor y “picardía chilota”.

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